El precio del odio
19 December 2018
Parece que, finalmente, el discurso y las políticas anti-inmigración del presidente húngaro, Viktor Orbán, se han vuelto contra él, cual boomerang que vuelve inesperadamente para golpearle a uno en la cabeza.Con una tasa de desempleo del 3,7 por ciento, Hungría necesita trabajadores. La solución obvia sería incentivar la mano de obra extranjera, pero, como todo el mundo sabe, bajo Orbán los inmigrantes no son bienvenidos al país. ¿Qué hacer entonces? Muy sencillo: obligar por ley a que los húngaros trabajen más.