El robo ocurrido en el Louvre el pasado domingo, 19 de octubre, me dejó con una media sonrisa en la cara. Hay que hacer un esfuerzo, la verdad, por no admirar, aunque sea un poco, la audacia y la destreza de quienes lo perpetraron. Qué desparpajo, entrar a robar en uno de los museos más importantes del mundo un domingo a las 9 y media de la mañana. Con los visitantes dentro. Y, tras 7 minutos de vértigo —solo 4 dentro del museo—, y sin hacerle daño a nadie, salir de allí con joyas valoradas en aproximadamente 90 millones de euros.
Por supuesto, espero que cojan a los ladrones —al fin y al cabo,
Los grandes museos del mundo, imagino, deben estar temblando como una hoja. Si al mismísimo Louvre le pueden robar, a plena luz del día, joyas valoradas en millones de euros… ¿está alguien a salvo?
La reciente desaparición de un Picasso en España parecía confirmar estos temores. Los medios informaron del hecho los mismos días que se hablaba del incidente en el Louvre, sugiriendo que lo ocurrido en París hubiera podido “inspirar” la sustracción del Picasso. La realidad, sin embargo, es que la policía española llevaba investigando la desaparición de Naturaleza muerta con guitarra desde principios
“¿Dónde estás?”, escucha uno nada más descolgar el móvil. No, no estoy hablando del último timo telefónico. Me refiero a esos amigos —quizá tengáis alguno—, o esas parejas, cuya ansia por saber nuestra ubicación los hace olvidarse incluso de la cortesía del saludo.
Esta molesta pregunta podría convertirse, a medio plazo, en historia. Al mundo pre-teléfono móvil dudo mucho que volvamos. Qué tiempos aquellos, en los que, si una persona no estaba en casa, o en el trabajo, no había forma de localizarla. Pero no. El “¿dónde estás?” podría volverse una pregunta obsoleta, creo, más bien por lo contrar
Dicen que Lamine Yamal ya no concede autógrafos en la ciudad deportiva del FC Barcelona. Me pregunto qué les dirá la joven estrella del fútbol a los chavales que, con toda la ilusión del mundo, le esperan a la salida de los entrenamientos para que les firme una camiseta. Cómo explicarles que está a punto de vender los derechos de su firma. Y que, para maximizar el valor del nuevo producto, cuantos menos de sus autógrafos haya en circulación, mejor. Cruel manera de enseñarle a un niño la ley de la oferta y la demanda.
Como explicaba Mundo Deportivo el pasado 17 de octubre, los representantes de
Quizá no podía ser de otra manera. Quizá tenía que ser una ultraconservadora. El pasado martes, 21 de octubre, Sanae Takaichi hizo historia como la primera mujer en ser nombrada primera ministra de Japón. Debemos celebrarlo. Y, sin embargo, desgraciadamente, parece muy posible que su designación sea el único avance en igualdad de género que veamos durante el mandato de la nueva primera ministra.
Takaichi, que tiene 64 años, lleva en política desde principios de los noventa. El electorado japonés la conoce bien. No es ningún secreto que Takaichi —más popular entre los hombres que entre las mujer