Esta expresión tiene su origen en los
barcos veleros que requieren de una gran cantidad de tela para
confeccionar sus velas. Estas
telas marineras implicaban, por lo general,
un gran trabajo y alto costo. En primer lugar, era necesario utilizar
grandes cantidades de tela, pero además no podía ser una tela ordinaria, debía ser de alta calidad para
resistir el castigo de los elementos. Adicionalmente, este tipo de telas
eran de laboriosa confección, tomando en cuenta que inicialmente
se confeccionaban a mano.