El Diario de Ernesto Madero
Capítulo 4 – La Mansión del Poeta
El
viaje desde el Zócalo, en el centro,
hasta el mesón de mi tía en Coyoacán,
duró 45 minutos. Durante los primeros diez
yo aún pensaba en qué podía decirle a Itzel, quien estaba
sentada junto a mí en
la última fila del tranvía. Quería, más que nada en el mundo, conversar con ella. Pero
no quería decir cualquier tontería y tampoco quería parecer
demasiado forzado. Por suerte fue ella quien
rompió el silencio:
“¿
Hombre de pocas palabras, verdad?” preguntó.
Mi boca empezó a moverse pero mi mente estaba distraída
por su olor que soplaba hacia mí como una brisa. Un olor a flores, y algo más…